¿Tus amigos son digitales y nadie te toma en serio? En esta nota te explicamos por qué las amistades online también importan, cómo hablarlo con tu entorno, y qué señales tener en cuenta para cuidarte de catfishing y grooming.
¿Alguna vez te sentiste en la necesidad de justificar que tus amigas del grupo de Discord, ese match de juego online o la amiga que te bancó en tu peor momento por Instagram, son personas de verdad? Bueno, no estás sola. Cada vez que alguien te mira con cara rara cuando decís que hablás horas con alguien que vive a 1200 kilómetros y que nunca viste en persona, sabé que somos muchas las que sentimos lo mismo: que nuestras amistades digitales valen tanto como las presenciales… aunque a veces el resto del mundo no lo entienda.
Vamos al hueso: sí, son reales. Y no lo digo porque me encariñe con alguien que me mandó stickers de gatitos y escuchó mis dramas a las 3 de la mañana, sino porque los vínculos emocionales no dependen del lugar físico donde se construyen. Lo que hace que una relación sea valiosa es la calidad del vínculo, la escucha, el apoyo, la confianza, y no si compartieron un café o un alfajor.
Es más, muchas veces las amistades digitales son más honestas y profundas que algunas relaciones cara a cara. Hay menos filtros sociales, menos presión por “quedar bien”, y más espacio para ser una misma. Cuando no tenés que maquillar tu cara ni tu estado de ánimo, las conversaciones suelen ser más auténticas.
Si tus padres o tu entorno levantan una ceja cuando decís “mi amiga de TikTok” o “mi mejor amigo del servidor de Minecraft”, lo primero que necesitás es validarte vos. Porque si vos misma dudás del valor de ese vínculo, se nota. Y ahí perdiste la pulseada.
Después, probá esto: cuéntales historias. En vez de decir “tengo una amiga en Rosario que conocí en Reddit”, di: “el otro día estaba hablando con una chica que está estudiando lo mismo que yo y me ayudó un montón con una duda que tenía. La conocí en un foro sobre diseño gráfico.” Vas a ver que si contás lo que esa persona hace por vos, cómo te acompaña, cómo te escucha, cómo te hace reír, el “cómo se conocieron” pasa a segundo plano.
También podés sumar: “Hoy en día las relaciones digitales no son raras, son parte de nuestra vida. ¿O acaso ustedes no tienen grupos de WhatsApp con gente que ven una vez por año?” (Sí, golpe bajo, pero efectivo).
Buena pregunta. Muchas veces, en los espacios digitales encontramos personas que eligen escucharnos. No están ahí porque nos vieron crecer ni por compromiso social. Están porque nos leen, nos sienten, y se quedan. Eso tiene muchísimo valor emocional.
Además, internet abre puertas a comunidades con intereses específicos, donde podés hablar de ese anime que nadie en tu barrio conoce o del tema emocional que no te animás a compartir en persona. Te sentís libre, segura, validada. Y cuando te sentís así, es más fácil abrirte y conectar.
Acá viene una respuesta con doble filo: es comprensible, pero no lo ideal. Las amistades virtuales son valiosas, sí. Pero también necesitamos contacto humano presencial, aunque sea de vez en cuando. El cuerpo lo pide: el lenguaje no verbal, los abrazos, las risas compartidas sin delay. Todo eso también alimenta nuestra salud mental y emocional.
Lo digital puede ser un refugio precioso (y a veces más seguro), pero si sentís que solo podés vincularte por esa vía, conviene revisar si hay algo que te está limitando en el mundo offline: ¿miedos? ¿ansiedad social? ¿una mala experiencia? No es para que te culpes, sino para que observes si necesitás apoyo o estrategias para ampliar tu círculo.
No hace falta que vayas corriendo a sacar un pasaje en micro a la otra punta del país, pero sí podés ir dando pasos si el vínculo lo pide. Algunas ideas:
Ok, ahora hablemos de lo que sí hay que tener en cuenta. Porque en internet también hay personas que se hacen pasar por otras, que manipulan, o incluso que buscan hacer daño. Dos términos que tenés que conocer:
Señales de alerta:
Si algo te hace ruido, confía en esa intuición. No estás exagerando. Mostrale las conversaciones a alguien de confianza. No es ser chismosa ni desconfiada, es cuidarte.
Cuidados para adolescentes y menores
Si estás en la etapa adolescente, es importante que tengas en cuenta:
Y si estás leyendo esto como hermana mayor, prima o cuidadora: acompañá sin juzgar. Escuchar primero, opinar después.
No se trata de elegir entre online y offline como si fueran equipos de fútbol. Se trata de armar una red diversa, rica, que te contenga en distintos niveles.
Las amistades presenciales te permiten experiencias distintas: compartir un mate, un silencio cómodo, una mirada cómplice. Si tenés oportunidad, buscá espacios donde puedas conocer gente (clases, talleres, voluntariados, ferias, clubes, incluso lugares de estudio).
Y si tenés ansiedad o te cuesta abrirte, no estás sola. Hay recursos, terapeutas, grupos, estrategias. No todo tiene que ser de golpe.
No necesitás justificar que tenés amigas que viven en Ushuaia, en Bogotá o en Valencia y que conociste en un grupo de Telegram. Lo que importa es cómo te sentís cuando hablás con ellas, qué te aportan, cómo te cuidan. Eso es lo que hace que una amistad sea real.
Pero también cuídate. Y si podés, abre espacio a vínculos presenciales. No para reemplazar, sino para sumar.
Al final del día, todas queremos lo mismo: sentirnos vistas, escuchadas y queridas. Y eso, en cualquier formato, siempre es válido.