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Mis padres no me entienden: una guía para hablar con ellos

Mis padres no me entienden: una guía para hablar con ellos

Hay pocas cosas más frustrantes que intentar contarle a tus padres lo que sentís… y que te respondan con un sermón, una comparación con su adolescencia o un «no es para tanto». Lo único que querías era hablar, pero terminás enojado, en silencio o encerrado en tu cuarto pensando: «¿Para qué le conté?»

Spoiler: no estás solo. Pero también hay buenas noticias. Con algunas claves prácticas (y un poco de paciencia), es posible que tus padres realmente te escuchen. ¿Suena difícil? Puede ser. ¿Es posible? Totalmente.

Acá van estrategias que podés empezar a usar para que te entiendan más… y discutan menos.

¿Por qué cuesta tanto que te escuchen de verdad?

A veces parece que hablás en otro idioma, ¿no? Ellos dicen “no te entiendo” y vos pensás: “¡Pero si te lo acabo de decir clarito!”

La realidad es que hay muchas razones por las que puede haber choques:

  • Tus emociones son intensas y cuesta expresarlas sin que parezca que estás enojado con el mundo.
  • Ellos quieren ayudarte, pero lo hacen dando consejos que no pediste.
  • A veces no saben cómo manejar lo que les contás, y se ponen nerviosos, se cierran o cambian de tema.

Y otras veces… simplemente están agotados o distraídos. No es que no les importe. Es que a veces no tienen las herramientas (¡o la energía!) para escuchar bien.

Claves para lograr que te escuchen de verdad

1. Elegí el momento adecuado
Sí, ya sé: cuando estás mal, querés hablar ya mismo. Pero si tus papás están en medio de una discusión, haciendo las compras o colapsando después del trabajo… no es el mejor momento. Esperá un rato tranquila y deciles algo como:
«¿Podemos hablar un momento? Me gustaría contarte cómo me siento.»

Ese “me gustaría” ya baja el tono de entrada. Es una invitación, no una amenaza.

2. Usá frases que hablen de vos (y no los acusen a ellos)
En vez de “¡Nunca me escuchás!” o “¡Siempre me minimizás!”, probá con:

  • “Me siento solo cuando siento que no me prestás atención.”
  • “Cuando me decís que exagero, me hace sentir peor.”

 

Así estás hablando de cómo vos te sentís, no de lo que ellos hacen mal. Eso ayuda un montón a que bajen la defensa y te escuchen de verdad.

3. No empieces la charla con tono de pelea
Aunque estés muy frustrado, si arrancás hablando a los gritos o con cara de “te quiero decir todo lo que hiciste mal”, no va a funcionar. Hablales como si realmente quisieras que te comprendan, no como si ya hubieran perdido el derecho a entenderte.

4. Sé claro con lo que necesitás
¿Querés que te escuchen sin opinar? ¿Querés un consejo? ¿Querés un abrazo? Decilo. Los adultos no siempre adivinan (aunque crean que pueden).
Podés decir:

  • “No necesito una solución, solo quiero contarte cómo me siento.”
  • “No sé bien qué hacer, ¿vos qué pensás?”

Eso les da un rol claro, y vos no terminás frustrado porque esperabas algo que no llegó.

Qué hacer si igual no te entienden (o si se ponen a la defensiva)

Aunque pongas en práctica todo lo anterior, puede pasar que no te escuchen como esperabas. Y sí, eso frustra. Mucho. Pero hay formas de manejarlo sin que termine todo en gritos o silencios incómodos.

1. No entres en la trampa de la discusión automática
Si sentís que la conversación se está yendo al “vos dijiste”, “yo hice”, “siempre sos así”… frená. Podés decir:

  • “Me estoy sintiendo atacado. Prefiero que hablemos más tarde.”
  • “No quiero pelear, solo quiero que me escuches. ¿Podemos intentarlo de nuevo?”

Eso también es madurez emocional. Y, aunque no lo creas, impacta.

2. Buscá otro canal
Si hablar cara a cara no está funcionando, escribíles. Un mensaje de WhatsApp, una nota en papel, una carta (sí, esas existen). A veces, cuando se saca la emoción del momento, el mensaje llega más claro.

3. Hablalo con otro adulto de confianza
A veces necesitamos un «traductor» emocional. Alguien que entienda cómo nos sentimos y que sepa cómo hablar con nuestros padres. Puede ser un tío, una tía, un hermano mayor, un profe, un terapeuta. No es traición, es estrategia.

¿Y si tus padres nunca hablaron de emociones?

Puede que vengas de una familia donde no se habla de cómo se siente uno. Donde llorar está mal visto, o donde siempre te dijeron “seguí adelante” sin preguntar cómo estabas en serio.

Eso hace más difícil todo, lo sabemos. Pero no imposible.\

Vos podés ser quien empiece el cambio. Hablar de lo que sentís, aunque sea raro al principio, puede abrir una puerta nueva. Y sí, puede que al principio no salga bien. Pero si lo hacés desde la calma, con respeto, sin exigir… puede funcionar.

Cosas que ayudan más de lo que pensás

  • Usá ejemplos concretos. En vez de “me siento mal”, decí: “El martes, cuando volví del colegio y nadie me preguntó cómo estaba, me sentí invisible”.
  • No te guardes todo. Cuando acumulás, explotás. Mejor ir hablando de a poco, aunque sea incómodo.
  • Pedí lo que necesitás. “¿Podemos tener un rato a la semana para hablar sin celulares?” o “Me gustaría que cuando te cuento algo, no me interrumpas”.

     

En resumen: no se trata de ganar una discusión, sino de crear conexión

Hablar con tus padres sobre tus emociones no siempre va a ser fácil. Pero cuanto más claro y honesto seas, más chances tenés de que te escuchen. No te frustres si no sale perfecto. A veces hace falta más de una charla para que entiendan lo que querés decir.

Y si hay algo que los padres sí tienen (además de frases tipo «en mi época…»), es amor por vos. A veces solo necesitan una ayudita para demostrarlo mejor.

¿Te animás a intentarlo?

Elegí un momento tranquilo, pensá bien qué querés decir, y animate. Ser escuchado empieza por animarse a hablar.

Y si tus viejos todavía no tienen un máster en “emociones adolescentes”, tal vez vos puedas darles una clase sin que se den cuenta.

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