Zerenly

Me preocupa la salud mental de mi amiga

Me preocupa la salud mental de mi amiga

¿Notás que tu amiga está mal y no sabés qué hacer? Aprendé a reconocer señales de alerta, cómo hablarle con empatía y cuándo pedir ayuda profesional

A veces no hace falta ser psicóloga para notar que algo cambió.Tu amiga ya no se ríe como antes, evita los planes, o sube historias que te dejan con un nudo en el estómago. Y ahí estás vos, preguntándote si deberías hablarle o dejarla tranquila. Si vas a ayudar… o a meter la pata.

1. Las señales que no deberías ignorar

Todos tenemos días grises, pero cuando el gris se vuelve rutina, hay que prestar atención.

Algunas señales de alerta:

  • Cambios marcados de humor o aislamiento.
  • Frases tristes o desesperanzadas (“ya no me importa nada”, “nadie me entiende”).
  • Falta de energía, apetito o sueño.
  • Abandono de actividades o de sí mismo.
  • Mensajes preocupantes en redes o silencios prolongados.

No se trata de salir corriendo con un diagnóstico en la mano, sino de reconocer que algo no está bien y que mostrar interés puede marcar una diferencia enorme.

2. Cómo hablar con alguien que parece estar mal

Da miedo, lo sé. Temés incomodar, decir algo equivocado o que te digan “estoy bien” cuando sabés que no.
Pero no existe la frase perfecta. Lo que importa es la intención de conectar.

Podés probar con:
“Te noto distinta últimamente. ¿Querés contarme cómo estás?”
“Estuve pensando en vos, ¿te pasa algo?”

Evita:
“¿Estás deprimida?”
“Tenés que ponerle onda.”
“Ya va a pasar.”

No intentes arreglar nada. Escuchar con empatía vale más que mil consejos.
Y si hay silencios, no te asustes: a veces el otro solo necesita saber que no está solo.

3. Qué hacer si tu amiga no quiere hablar

A veces, por más que te acerques, el otro se encierra. Y eso puede doler.
No lo tomes como algo personal.

Podés decir:

“Está bien si no querés hablar ahora, pero quiero que sepas que podés contar conmigo.”

Esa frase abre puertas sin forzar.
También podés acompañar con gestos simples: pasar a saludar, enviar un mensaje, invitarla a salir, o simplemente no desaparecer.

Si escuchás comentarios sobre no querer vivir o señales de autolesión, no la dejes sola. Buscá ayuda inmediatamente, incluso si pensás que “te va a odiar por contarlo”.
No es traición, es cuidado.

4. ¿Debo contarle a alguien más?

La delgada línea entre cuidar y “meterse”.
Si hay riesgo, no lo dudes: busca ayuda de un adulto o profesional.
Llama a una línea de emergencia, contacta a su familia o una institución.
No sos terapeuta, sos amiga. Y acompañar también es pedir refuerzos.

Si la situación no es grave pero te preocupa, podés buscar orientación:
“Estoy preocupada por una amiga, ¿podés decirme cómo acompañarla?”
A veces una charla con un orientador o psicólogo alcanza para sentirte más segura sobre cómo actuar.

5. Cuando ayudar empieza a pesarte

Ayudar no siempre es fácil. A veces te angustiás, te sentís culpable, o terminás agotada emocionalmente.
Y no, eso no te convierte en egoísta.
Acompañar a alguien con dolor también desgasta.

Si sentís que te está afectando, probá esto:

  • Cuidá tu energía: hacé cosas que te relajen o te den alegría.
  • Usá tu registro emocional: escribir lo que sentís (como en tu app) ayuda a ordenar y liberar.
  • Compartí lo que te pasa: hablar con alguien de confianza alivia.
  • Informate sobre cómo ayudar y pide ayuda, no está sola.

Recordá: no podés salvar a nadie, pero sí podés estar presente desde un lugar sano.

6. Señales de que alguien necesita ayuda profesional

A veces, acompañar no alcanza.
Si notás que tu amiga:

  • Se muestra triste o irritable por semanas.
  • Duerme o come muy poco (o demasiado).
  • Habla de sentirse vacía o sin ganas de vivir.
  • Se aísla completamente.
  • Usa alcohol o drogas para “no pensar”.

Entonces es momento de sugerir ayuda profesional.

Podés decirle algo como:

“A veces hablar con alguien que sabe del tema ayuda a ordenar un poco las ideas. No estás sola.”
Ofrecé acompañarla a sacar turno o a buscar servicios gratuitos.
Plantá la semilla y mantené la cercanía: a veces necesitan tiempo para animarse.

7. Lo que sí podés (y no podés) hacer

Podés:

  • Escuchar sin juzgar.
  • Validar lo que siente (“Debe ser difícil lo que estás pasando”).
  • Recordarle que pedir ayuda no es debilidad.
  • Mostrarle que te importa con acciones simples.

No podés (ni debés):

  • Dar diagnósticos.
  • Minimizar (“otros están peor”).
  • Cargar sola con la responsabilidad.
  • Ignorar tus propios límites.

Tu rol no es curar, sino acompañar. Ser una especie de faro que muestra que hay salida, sin meterse a navegar el barco ajeno.

8. Cuidar sin perderte

Ayudar no debería significar desaparecer vos.
Si empezás a sentirte saturada, triste o ansiosa por lo que vive tu amiga, es momento de frenar y revisar cómo te estás involucrando.

Registrar lo que te pasa te permite acompañar desde un lugar más estable.
Porque sí, cuidar también se entrena.

9. Acompañar con empatía y equilibrio

Lo más importante: no estás sola en esto.
Hay muchas formas de ayudar sin perderte en el intento.
Tu presencia, tu escucha y tu afecto genuino pueden ser el primer paso para que alguien se anime a pedir ayuda.

Y si alguna vez dudás, recordá esto:
No hace falta decir lo perfecto.
A veces alcanza con quedarse al lado, sin hablar, con un chocolate o una playlist compartida, para que el otro sienta que su dolor tiene testigo.

En resumen

  • Detectá las señales de alerta, pero sin entrar en pánico.
  • Escuchá más de lo que aconsejes.
  • Si hay riesgo, buscá ayuda profesional.
  • No cargues sola con la situación.
  • Cuidarte a vos también es cuidar al otro.

Acompañar a alguien que sufre no te convierte en su terapeuta, te convierte en humana.
Y eso, en un mundo donde todo se acelera, ya es un acto de amor enorme.

Reflexión final

A veces no podemos cambiar lo que vive alguien, pero sí podemos cambiar el modo en que lo acompañamos. Y eso —estar, mirar, escuchar— puede ser el punto de partida de una recuperación.

Notas relacionadas

¿Qué aconsejan nuestros especialistas?