¿Te cuesta llorar aunque lo necesites? ¿Sientes que llorar es perder el control o te avergüenza hacerlo frente a otros? Esta nota te ayuda a entender por qué nos bloqueamos y cómo expresar emociones con seguridad.
Y ahí estás. Respiración contenida. Mandíbula apretada. Ojos haciendo fuerza para no parecer una caricatura de anime con lagrimones. Porque claro, “llorar es perder el control”, ¿no?
Spoiler: no, no lo es. Pero si alguna vez pensaste que sí, no sos la única. Hoy vamos a hablar de eso que parece tan simple —llorar— pero que para muchas personas se ha vuelto casi un superpoder inalcanzable.
Vamos a lo profundo (pero tranqui, con flotador emocional). La idea de que llorar es de “débil” o “poco profesional” no aparece mágicamente: la aprendemos.
Tal vez en la infancia nos dijeron:
Y así, sin darnos cuenta, nos entrenaron para guardar las lágrimas como si fueran un secreto de estado. Como si mostrar que algo nos duele fuera algo que nos quita valor.
Pero llorar no es perder el control. Es una forma de regularnos. Las lágrimas son una forma fisiológica y emocional de procesar lo que nos pasa. El cuerpo se expresa, igual que cuando sudamos por nervios o se nos acelera el corazón de emoción.
Llorar no nos hace más débiles, sino más humanos.
Esta es una pregunta que puede incomodar… pero también liberar. Preguntate:
Porque muchas veces no se trata solo de llorar: se trata de sentirse a salvo para hacerlo. Si creciste en un entorno donde no se validaron las emociones, es normal que ahora te cueste conectarte con las tuyas.
Ejercicio breve:
Escribí tres frases que escuchabas en tu infancia cuando llorabas. Luego, escribe tres que te gustaría haber escuchado. Este contraste puede ayudarte a entender por qué tu cuerpo aprendió a contener.
Muchas personas van a terapia y dicen: “hace años que no lloro” y no lo dicen como si fuera un logro. Lo dicen con un nudo en la garganta, literalmente. Porque sí: cuando no lloramos, la emoción se acumula. Y no desaparece… se transforma: en insomnio, en ansiedad, en tensión en la panza o los hombros, en una irritabilidad que no entendemos de dónde viene.
A veces, cuando finalmente llega el llanto, no es solo por lo que pasa hoy, sino por todo lo que veníamos aguantando.
Ese recurso puede estar bloqueado. Es como si tu sistema tuviera activado un “modo protección” que impide el llanto para que no te expongas. Agradecele a tu cerebro por cuidarte… pero contale que ahora ya no es necesario defenderse así todo el tiempo.
Si sentís el nudo pero no las lágrimas, podés probar esto:
✦ Ejercicio corporal para desbloquear el llanto:
Tal vez no llores en ese momento. Pero tu cuerpo empieza a registrar que sentir es seguro.
Clásico. ¿Quién no ha hecho el famoso “me pica el ojo” o “me entró algo” cuando se le escapa una lágrima? Llorar frente a otros puede activar alarmas internas: “¿Y si me ven vulnerable?”, “¿Y si no saben qué hacer?”, “¿Y si me juzgan?”
Pero llorar delante de alguien también puede ser una muestra de confianza. Nadie llora frente a quien le da miedo de verdad. Si lo pensás bien, tal vez esa lágrima que se escapó en clase, en el colectivo o en el Zoom fue tu sistema nervioso diciendo: “¡Ayuda, necesito liberar!”
Tip para entrenar esto:
Empezá con espacios seguros. Terapia. Una amiga que te escucha sin juzgar. Un familiar cálido. Podés avisar antes:
“Puede que me emocione con esto, no necesito solución, solo que me escuches.”
Eso ayuda a poner límites y sentir contención.
Acá van algunas claves para amigarte con el llanto:
Cambiá el chip mental
En vez de pensar “llorar es perder el control”, ensaya decirte:
“Llorar es procesar lo que siento. Es como una limpieza emocional.”
Conectá con tu cuerpo
A veces el llanto está más cerca de lo que pensamos, pero lo desconectamos con distracciones. Bajá un cambio. Pone música que te emocione. Leé algo que te mueva. Permítete estar sin hacer.
Escribe lo que te cuesta decir
El journaling emocional puede ayudar a aflojar barreras internas. Escribí sin filtro, como si fuera una carta que nadie va a leer. A veces, la tinta desbloquea lo que las palabras habladas no pueden.
Háblalo en terapia
Si llorar está asociado a culpa, vergüenza o miedo intenso, hay historias que vale la pena revisar con acompañamiento en un espacio seguro y profesional.
Llorar no es un problema que resolver, sino una necesidad que atender. Así como el cuerpo pide agua cuando tiene sed, también pide lágrimas cuando tiene pena, angustia, emoción o alivio.
Y sí, llorar a veces puede parecer desbordante. Pero cuando te das ese permiso, pasa algo mágico: te escuchás de verdad. Te das cuenta de que estás ahí para vos. Y eso… eso es un acto de amor propio.
Llorar no es colapsar. Es liberar espacio para volver a respirar.
¿Y vos?
¿Hace cuánto que no te das permiso para llorar?