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¿Cómo decirle a tus padres que querés ir a terapia?

¿Cómo decirle a tus padres que querés ir a terapia?

Guía práctica para hablar sobre salud mental con tu familia (y no salir corriendo)

¿Querés pedir ayuda profesional, pero solo de pensarlo sentís que te sube el calor a la cara, te sudan las manos y tu cerebro grita “¡ayuda, cancela todo!”? Tranquilo/a, no sos el único. Muchas personas jóvenes sienten exactamente lo mismo cuando quieren hablar con sus padres sobre ir a terapia.

Y es que, aunque cada vez se habla más de salud mental, muchas familias todavía ven la terapia como “algo raro” o “solo para casos graves”. Pero la realidad es otra: pedir ayuda profesional es un acto de autocuidado, no de debilidad. Y si sentís que necesitás ese espacio, tenés derecho a buscarlo.

Así que si no sabés cómo decirlo, si temés que te juzguen, o si ya lo intentaste y no salió bien… ésta nota es para vos. Vamos a recorrer juntos algunas estrategias para tener esa charla de forma clara, respetuosa y sin entrar en crisis existencial (o bueno, con una pequeña crisis, pero manejable).

¿Por qué cuesta tanto decirlo?

Primero, reconozcámoslo: hablar de nuestras emociones ya es difícil. Y si encima tenemos que hacerlo con nuestros padres —que a veces no entienden o minimizan lo que sentimos—, la cosa se pone más complicada.

Puede que te dé miedo que no te crean, que piensen que estás exagerando, o que te digan algo tipo:
“¿Terapia para qué? Si tenés casa, comida y nadie te está pegando.”

Este tipo de respuestas suele venir más de la ignorancia que de la maldad. Muchas personas adultas crecieron sin herramientas emocionales ni espacios de escucha, así que no saben cómo reaccionar cuando alguien les dice: “no me siento bien y necesito hablar con alguien que me ayude”.

Pero eso no significa que tengas que callarte. De hecho, hablar es justamente lo que necesitás.

¿Cómo decirles que querés ir a terapia?

Acá van algunos pasos prácticos para preparar esa conversación:

1. Elegí el momento con cuidado
Nada de lanzar el tema cuando tu mamá está en la caja del supermercado o mientras tu papá mira los penales. Buscá un momento tranquilo, sin distracciones ni tensiones previas.

Podés decir algo simple, como:
“¿Podemos hablar un rato? Es algo importante para mí.”

2. Sé directo/a y honesto/a
No hace falta dar un discurso de media hora ni contar todo tu historial emocional. A veces, lo más simple es lo más claro.

“Hace tiempo que no me siento bien y creo que me ayudaría hablar con alguien profesional.”
“Siento ansiedad/angustia/confusión y necesito herramientas para entender lo que me pasa.”

3. Hablá desde tus emociones, no desde el reclamo
Decí cómo te sentís vos, sin culpar a nadie. Evitá frases como “ustedes nunca me escuchan” y usá otras más centradas en vos:
“Últimamente me siento desbordado/a y me cuesta manejarlo.”
“Me gustaría tener un espacio para hablar sin miedo a que me juzguen.”

4. Cuéntales qué es (y qué no es) la terapia
Algunas personas piensan que ir al psicólogo es solo para quienes “están mal mal”. Aclara que no es así: se puede ir para prevenir, entenderse mejor o simplemente para tener un espacio de acompañamiento.

“No necesito estar en crisis total para pedir ayuda. Es algo que me puede hacer bien ahora, antes de que se vuelva más difícil.”

¿Y si tus padres no entienden?

Es posible que tu familia no lo reciba bien al principio. No porque no te quieran, sino porque no saben cómo manejar lo que les dices.

Puedes encontrar respuestas como:

  • “¿Psicólogo? Pero si estás bien.”
  • “¿Y qué te va a decir alguien que no te conoce?”
  • “Eso es para gente que no tiene familia.”

Ante esto, lo primero es respirar. No te pongas a la defensiva ni entres en discusión. En vez de eso, podés probar con algo así:

“Sé que esto puede sonar raro, pero para mí es importante.”
“Quiero estar mejor, y creo que esta es una forma de cuidarme.”
“Me gustaría que me acompañen en esto, aunque no lo entiendan del todo.”

Y si la cosa se pone muy cerrada, recordá que también podés pedir ayuda a un adulto de confianza que te apoye en la charla (una tía, un profesor, un médico de cabecera).

¿Cómo explicar que pedir ayuda no es debilidad?

Porque no lo es. Al contrario: es un acto de valentía. Vivimos en una cultura que nos dice “arreglate solo/a”, “poné buena cara”, “seguí para adelante como si nada”. Pero ¿sabés qué? Ignorar lo que sentimos no lo hace desaparecer. Solo lo acumula.

Pedir ayuda es reconocer que hay algo que nos cuesta y que queremos entenderlo mejor. Como cuando vas al kinesiólogo porque te duele el cuello, o al dermatólogo por una alergia. Solo que en este caso, en vez de la piel o los músculos, hablamos de emociones, pensamientos, vínculos.

“No voy a terapia porque estoy roto/a. Voy porque me estoy cuidando.”

¿Es esperable tener miedo de hablar con tus padres sobre esto?

Sí,pero que algo dé miedo no significa que sea malo. A veces hay que pasar por ese momento incómodo para abrir la puerta a algo mejor.

Te puede ayudar escribir lo que querés decir antes, practicarlo en voz alta, o incluso mandar un mensaje de texto si se te complica hablarlo cara a cara (aunque lo ideal es una charla tranquila, directa y con espacio para el ida y vuelta).

Algunos consejos finales para la charla

  • No esperes que todo salga perfecto. A veces hace falta más de una charla para que entiendan. No te frustres si la primera no es ideal.
  • Si necesitás ayuda para explicarlo, usá recursos externos. Hay muchos videos, artículos o incluso series que muestran lo valioso que puede ser un espacio terapéutico. A veces un ejemplo ayuda más que mil palabras.
  • No te rindas. Si sentís que necesitás ayuda, insistí. Es tu salud emocional, y tienes derecho a buscar lo que te hace bien.

En resumen

Pedir ayuda no es un signo de que fallaste. Es un signo de que estás creciendo, de que querés conocerte, cuidarte, entenderte. Hablarlo con tus padres puede dar miedo, pero también puede abrir un camino nuevo.

No tenés que atravesar todo solo/a. Y si ellos todavía no lo ven, o no saben cómo acompañarte, no significa que no te quieran. A veces los adultos también tienen que aprender.

Pero vos ya empezaste. Y eso vale un montón.

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