Zerenly

Apoyo emocional a los padres: establece límites saludables

Apoyo emocional a los padres: establece límites saludables

Hay algo que no te cuentan en las películas ni en los libros de autoayuda para adolescentes: a veces, los papás también se caen. También se angustian, se estresan, pierden el rumbo o incluso atraviesan depresiones. Y cuando eso pasa, es inevitable que el mundo se sienta un poquito al revés. Porque uno creció creyendo que ellos eran los pilares, los que sabían, los que podían, los que aguantaban. Pero ¿qué hacés cuando ese adulto fuerte empieza a mostrar sus grietas?

Este artículo es para vos, que estás en esa etapa entre la adolescencia y la adultez joven y sentís que te está tocando hacer malabares emocionales: querés apoyar a tus padres, pero al mismo tiempo estás aprendiendo a cuidar de vos, a construir tu propia vida, tus vínculos, tus sueños. Y la verdad es que no siempre es fácil equilibrar todo eso.

Vamos a recorrer juntos algunas preguntas clave y, sobre todo, te vamos a dar herramientas para que puedas estar presente sin agotarte. Porque sí: se puede ayudar sin perderte en el proceso.

¿Qué límites emocionales deben ponerse entre padres e hijos?

Ay, los límites. Esa palabra que a veces suena fría o distante, pero que en realidad es todo lo contrario: los límites son amor con bordes. Son ese cartelito invisible que dice “acá termina mi capacidad y empieza la tuya”.

Acá van algunos límites sanos que podés practicar:

  • Horario de atención limitado: no está mal decir “ahora no puedo hablar de esto, necesito descansar” o “mañana te llamo, hoy tuve un día pesado”. No te sientas mal por no estar disponible 24/7.

  • Espacio personal intacto: tu cuarto, tu tiempo libre, tus amistades, tus actividades… son tuyas. Que tu mamá o papá esté mal no significa que tengas que renunciar a lo que te hace bien.

  • No a la manipulación emocional: a veces, desde el dolor, pueden decir cosas como “vos sos lo único que me queda” o “sin vos no sé qué haría”. Es importante poder decir (o pensar): “te quiero mucho, pero necesito cuidar mi salud mental también”.

  • Pedir ayuda profesional: si tu papá o tu mamá está en una situación difícil, podés sugerir que hablen con un terapeuta, psiquiatra o profesional. No es tu tarea sanar a otro. Tu tarea es querer, no curar.

¿Qué hacer si la situación emocional de tus padres comienza a afectarte personalmente?

Hay señales que no deberías ignorar. Si empezás a:

  • Sentirte triste o ansioso sin saber bien por qué
  • Tener problemas para dormir
  • Sentirte culpable por disfrutar de cosas
  • Sentir que todo gira en torno a ellos
  • Dejar de hacer lo que te gusta
  • O sentirte atrapado o con responsabilidades que no te corresponden…

Entonces, es hora de poner un freno.

No por egoísmo. Por salud mental. Porque cuando vos estás bien, vas a poder estar mejor para el otro. Pero si estás fundido, solo vas a multiplicar el caos.

En estos casos, es importante que puedas hablar con alguien de confianza (un amigo, una tía copada, un terapeuta, un docente, alguien que te escuche sin juzgar). No tenés por qué cargar con todo solo.

¿Qué prácticas de autocuidado podés incorporar mientras apoyás a tus padres?

Vamos con lo concreto. Esto no es humo de Instagram: el autocuidado no es solo tomar baños de espuma con velitas (aunque si eso te gusta, adelante). Es construir un día a día donde vos también existís.

Algunas prácticas que pueden ayudarte:

  1. Rutinas de placer: algo que hagas solo porque te gusta. Una serie, una caminata, pintar, jugar, bailar, leer, escuchar música a todo volumen.

  2. Tiempo sin culpa: reservate horas que sean solo tuyas. Y defendelas como si fueran sagradas.

  3. Escribir lo que sentís: a veces poner en palabras lo que estás viviendo ayuda a ordenar el mundo interno. No tiene que ser poético. Escribí como sale.

  4. Conectarte con gente de tu edad: hablá con personas que estén atravesando cosas similares. Compartir experiencias con otros jóvenes que tienen padres con problemas de salud mental puede ser muy liberador.

  5. Buscar ayuda para vos también: no esperes a “estar muy mal” para consultar. Hablar con un profesional de la salud mental puede ayudarte a sostenerte y entender mejor tus emociones.

Lo que no deberías hacer (aunque lo intentes con buena intención)

  • No te olvides de vos: no pongas tu vida en pausa para vivir la de tus padres. La tuya también importa.

  • No niegues lo que te pasa: muchas veces decimos “yo estoy bien, lo importante es que ellos estén mejor”. Pero no. Vos también tenés derecho a estar mal, a quejarte, a necesitar.

  • No los juzgues ni te juzgues: ni ellos son malos padres por estar mal, ni vos sos una mala persona por no poder con todo.

  • No ignores tus límites: si te sentís pasado, agotado, frustrado… escuchalo. Eso no es debilidad, es tu cuerpo hablándote.

En resumen (porque a veces hace falta volver al centro)

Apoyar emocionalmente a tus padres cuando están pasando un mal momento no solo es un gesto de amor, también es un desafío emocional importante. Pero recordá: no estás solo. No sos responsable de su bienestar total. Podés estar, acompañar, cuidar… sin dejar de ser vos.

Cuidar no es sinónimo de cargar. Amar no es sinónimo de perderte. Y ayudar no debería significar dejarte de lado.

Si te estás preguntando “¿cómo sé si lo estoy haciendo bien?”, la respuesta más honesta es: si estás intentando acompañar desde el cariño y también desde el cuidado propio, entonces lo estás haciendo mejor que bien.

Y una última cosa antes de cerrar…

Si sentís que todo esto te resuena, si venís bancando situaciones difíciles en tu casa, si a veces te sentís más adulto que tus propios padres… acá va un pequeño llamado a la acción: hablá. Pedí ayuda. Compartí lo que te pasa. No cargues en silencio. Porque acompañar a quienes amamos está bien… pero acompañarnos a nosotros mismos es imprescindible.

Notas relacionadas

¿Qué aconsejan nuestros especialistas?