Si alguna vez te encontraste atacando una bolsa de papas fritas sin darte cuenta, comiéndote un kilo de helado porque estabas triste o sintiendo culpa después de darte un gusto, bienvenido al club de los seres humanos. Nuestra relación con la comida no es solo cuestión de calorías y nutrientes, sino que también está profundamente conectada con nuestras emociones.
La alimentación y la salud mental están tan entrelazadas que a veces no sabemos si lo que necesitamos es un nutricionista, un psicólogo o directamente una brújula emocional. Hoy vamos a despejar dudas y ayudarte a identificar cuándo buscar ayuda profesional, qué señales indican una relación poco saludable con la comida y cómo la psiconutrición y el mindful eating pueden ayudarte a reconectar con lo que comés de una manera más sana.
Comer es una necesidad biológica, pero también es emocional, social y hasta cultural. Y aunque no existe una forma perfecta de alimentarse, sí hay señales que pueden indicar que algo no anda bien en tu vínculo con la comida.
Consejo clave:
Si alguno de estos puntos te resuena, no significa que tengas un problema grave, pero sí que es un buen momento para revisar tu relación con la comida y quizás buscar ayuda profesional.
Acá es donde muchas personas se confunden. «Si tengo problemas con la comida, voy al nutricionista, ¿no?». Bueno, depende del problema.
Un nutricionista puede ayudarte si:
Un psicólogo puede ayudarte si:
Lo ideal es que, en algunos casos, ambos especialistas trabajen juntos, especialmente si la relación con la comida está afectando tu salud mental y tu bienestar físico.
Imaginemos que la comida es como una relación de pareja. Si hay control excesivo, culpa o ansiedad, probablemente no sea una relación saludable. Lo mismo pasa con nuestra alimentación.
✔ Flexibilidad y disfrute: No todo lo que comés tiene que ser «perfecto». Comer una hamburguesa un viernes no arruina tu semana.
✔ Conectar con el hambre real: Comer porque tenés hambre, no porque estás aburrido o estresado.
✔ No hay alimentos prohibidos: Los extremos generan más ansiedad. Aprender a equilibrar es clave.
✔ Comer sin culpa: Disfrutar de la comida sin sentir que tenés que compensarlo después.
Consejo clave:
Si la comida te genera ansiedad o culpa en lugar de bienestar, puede ser momento de trabajar en tu relación con ella.
La psiconutrición es una disciplina que une la nutrición con la psicología, entendiendo que la alimentación no es solo cuestión de qué comemos, sino de cómo, por qué y en qué contexto lo hacemos.
En la psiconutrición, nutricionistas y psicólogos trabajan juntos para:
Este enfoque es especialmente útil para quienes han probado mil dietas y siempre terminan volviendo a los mismos patrones de alimentación impulsiva o restrictiva.
Consejo clave:
Si sentís que necesitás ayuda para mejorar tu relación con la comida, buscar un equipo de psiconutrición puede ser una excelente opción.
Si alguna vez te pasó que terminaste un plato y ni te diste cuenta de cómo llegó a tu estómago, el mindful eating puede ayudarte.
El mindful eating o «alimentación consciente» se basa en:
Es una técnica que no solo mejora la digestión, sino que también ayuda a reducir el estrés y la ansiedad relacionada con la comida.
Muchas veces postergamos pedir ayuda porque sentimos que «deberíamos poder manejarlo solos». Pero lo cierto es que nuestra relación con la comida es algo que se construye desde la infancia, influenciado por la cultura, la familia y nuestras emociones.
Si la comida te genera más estrés que placer, si vivís en un ciclo de restricción y atracón, o si sentís que la alimentación es una fuente de culpa constante, buscar ayuda es un acto de autocuidado, no un fracaso.
La comida no debería ser una fuente de estrés, sino de energía, disfrute y bienestar. Aprender a comer con equilibrio y consciencia no significa comer «perfecto», sino construir una relación con la comida donde el placer y la salud vayan de la mano.
Si sentís que tu relación con la alimentación no es la mejor, recuerda que hay profesionales que pueden ayudarte a encontrar un camino más saludable física y emocionalmente. Comer debería ser un acto de amor propio, no una fuente de culpa.