Hay algo que la mayoría de las personas tienen en común: el viaje al trabajo. Ya sea que te subas al subte con auriculares, pedalees por las calles todavía medio dormida o camines entre cafés cerrados y bocinazos, ese trayecto —rutinario y, a veces, hasta invisible— tiene un potencial enorme: el de transformarse en tu primer espacio de bienestar del día. Sí, aunque suene improbable, el mindful commuting es real y puede ser una herramienta poderosa para tu salud mental.
La traducción literal sería “traslado consciente”, pero en el fondo es mucho más que eso. Se trata de aplicar atención plena (mindfulness) al momento de trasladarnos desde casa hacia el trabajo o cualquier actividad. En vez de que ese tiempo sea una carrera automática entre notificaciones, mails no leídos y pensamientos ansiosos, lo resignificamos: lo transformamos en un espacio para respirar, observar, estirarnos y escucharnos.
No se necesita ningún curso previo, ni cambiar tu medio de transporte, ni ser una persona zen. Solo se necesita intención. Y un poco de práctica.
Porque es uno de los pocos momentos del día que repetimos sin falta. Y lo que repetimos, forma redes en nuestro cerebro. Si todos los días ese viaje está teñido de estrés, quejas internas o ansiedad por lo que vendrá, eso es lo que entrenamos.
En cambio, si lo usamos para volver a nuestro cuerpo, registrar cómo estamos emocionalmente, y conectar con el presente aunque sea por unos minutos, estamos sembrando una red nueva: una más amable, más estable y mucho más nutritiva.
Además, no estamos hablando sólo de bienestar emocional. Los estudios muestran que practicar mindfulness reduce los niveles de cortisol, mejora la concentración, baja la presión arterial y fortalece el sistema inmune. ¿Te imaginás empezar el día con esos beneficios… y sin cambiar ni una sola parada de tu viaje?
¿Vas caminando? Cada paso es una oportunidad. Podés probar el conteo consciente de pasos, una práctica sencilla pero poderosa: contá hasta cuatro al inhalar y hasta cuatro al exhalar mientras caminás. Sentí el contacto de tus pies con el suelo. El ritmo de tus piernas. La temperatura del aire. Sin forzar nada, solo registrando.
Si andás en bici, podés sumar micro-estiramientos antes de arrancar o cuando llegás a un semáforo: mover el cuello suavemente, girar los hombros, aflojar las muñecas. También podés usar el ritmo del pedaleo para respirar profundo cada cierto número de vueltas.
¿Esperás el colectivo o el subte? En vez de sacar el celular automáticamente, probá esto: llevá la atención a tus pies, notá el peso del cuerpo, sentí cómo te sostiene el suelo. Observá los sonidos que te rodean sin etiquetarlos. A lo mejor hay risas, bocinas, una guitarra callejera o el murmullo del tren que se acerca. Son todos anclajes al presente.
Un hábito simple que puede cambiar tus mañanas es grabar tu bitácora emocional mientras viajás. No hace falta que escribas ni que suene poético. Solo necesitás tu celular y tus auriculares.
Abrí el grabador de voz y contestá, como si hablaras con una amiga:
No hace falta compartirlo con nadie. Tampoco escucharlo después. Pero poner en palabras tu estado interior crea claridad. Y eso, en medio del caos de una ciudad que no para, es un acto de amor propio.
¿Usás auriculares en el viaje? Perfecto. Pero en lugar de sumergirte en una playlist acelerada o revisar mil veces tus mensajes, probá con una meditación guiada corta (hay miles disponibles de 5 a 10 minutos). Las que comienzan con respiraciones suaves y escaneo corporal son ideales para empezar el día.
Sentirás cómo algo dentro se acomoda, como si hubieras abierto una ventana para que entre aire fresco.
Sí, incluso el subte puede ser un santuario interno. Aunque haya gente, ruido o cansancio. Aquí van algunas ideas:
Una advertencia amable: no conviertas esto en otra tarea más. No hay que hacerlo todos los días ni de una forma rígida. Mindfulness no es cumplir con algo. Es mirar lo que pasa, como viene. A veces vas a tener una mañana caótica y no vas a poder contar ni tres pasos. Otras, te vas a sorprender sintiendo gratitud por algo chiquito en plena estación abarrotada.
Cada vez que lo intentes, aunque sea por segundos, tu cerebro registra ese momento como un microdescanso. Como un “estoy presente, estoy viva, estoy conmigo”.
¿Viajás acompañada? Tal vez con alguien de tu familia, una amiga, tu pareja o incluso tus hijos. También podés aplicar mindful commuting en esos casos:
Tu presencia es el mayor regalo que podés dar. Y el camino, una oportunidad para practicarla.
No podemos controlar cómo va a ser nuestro día. Pero sí podemos sembrar con intención cómo lo empezamos. Que tu viaje diario no sea solo un trámite. Puede ser tu momento de conexión, de calma, de anclaje.
La próxima vez que salgas de casa, antes de apurar el paso o subir el volumen, preguntate: ¿cómo puedo estar más presente en este instante? Tal vez ahí empiece tu verdadera jornada.