Seguro lo sentiste alguna vez: te mirás al espejo y pensás “¿en qué momento pasé de jugar al Mario Kart a pagar impuestos?” O tal vez todavía ni llegaste a los impuestos, pero ya la palabra “adultez” te da escalofríos. Tranqui: no estás solo/a, y lo mejor, no estás “fallando” por sentirlo.
Crecer es inevitable, no hay botón de pausa, pero la buena noticia es que nadie tiene el manual de instrucciones de la vida adulta. Todos improvisamos más de lo que parece. Vamos a charlar de ese miedo, de por qué aparece y, sobre todo, cómo surfearlo sin perder tu esencia.
La respuesta corta: porque crecer implica salir de la zona segura y eso, naturalmente, asusta.
La respuesta larga:
En resumen: da miedo porque crecer significa enfrentarse a un mundo lleno de decisiones y responsabilidades que serán solamente tuyas.
Obvio. Lo común es sentir mezcla de ilusión y pánico: querés independencia, pero no querés que se corte el wifi de papá y mamá. Te emociona decidir por vos mismo/a, pero te agobia pensar en trámites, alquileres, responsabilidades.
La clave: reconocer que nadie tiene todo resuelto a los 18, a los 25… ni a los 35. Inclusive muchos a los 50 tampoco. Y eso no se refleja en sus redes sociales.
El miedo a la adultez no significa que estés “fallado/a”. Es solo tu mente avisándote que estás cruzando una etapa importante y necesita tiempo para adaptarse.
Respirá: las responsabilidades existen, sí, pero no son un monstruo que se come tu diversión.
Algunos tips prácticos:
Lo primero: relajate, porque nadie te obliga a cumplir con el molde que te vendieron. Podés ser adulto a tu manera.
La adultez no es dejar de ser joven, sino elegir cómo quieres vivir tu vida con las cartas que tenés. Cada quien arma su versión.
El tránsito puede sentirse como un salto al vacío, pero con algunos recursos se vuelve menos dramático:
Imagina que la adultez es como ir a una fiesta temática. Todos llegan disfrazados distinto: algunos de traje elegante, otros con jeans, otros con cosplay. No hay un disfraz obligatorio. Vos podés armar el tuyo, probar, cambiar, reinventarte.
La trampa es creer que hay una sola forma de ser adulto: la seria, la de “trabajo 24/7 y no tengo tiempo para reír”. Pero cada vez más gente entiende que crecer no es perder la chispa, sino aprender a usarla en otros escenarios.
El miedo a crecer es, en el fondo, miedo a lo desconocido. Pero la verdad es que nadie sabe exactamente cómo hacerlo: todos improvisamos, aprendemos y nos caemos en el camino.
Lo importante no es cumplir un molde, sino atreverse a diseñar tu propia versión de adultez, con dudas, con miedos y también con momentos de mucha libertad.
Así que la próxima vez que te asuste la idea de “ser adulto”, recuerda: no tienes que estar listo/a, porque nadie lo está del todo. Y eso es justamente lo que hace a la vida más interesante.