En la vida universitaria hay una palabra que se repite como un mantra silencioso: cansancio. Tareas, parciales, cursadas eternas, y ese sentimiento de estar apagada incluso cuando dormiste siete horas. Entonces, entran en escena las protagonistas de esta historia: la cafeína, la taurina y el azúcar. Un cóctel que promete energía, enfoque y productividad, pero que muchas veces viene con efectos secundarios no tan glamorosos: palpitaciones, ansiedad, insomnio y un déficit de atención que ni TikTok logra explicar.
Hoy vamos a desarmar esa bomba de tiempo con burbujas para entender qué le hacen realmente estos ingredientes al sistema nervioso y cómo sostener la energía sin depender de una lata brillante.
Las bebidas energéticas están diseñadas para estimular el sistema nervioso central. Y lo hacen con entusiasmo: una lata puede contener entre 150 y 300 mg de cafeína, taurina en dosis elevadas y azúcar en cantidades que rivalizan con una porción de torta.
El problema no es solo la estimulación física, sino la sobrecarga que generan en un cerebro ya exigido por el estrés académico y las emociones propias de la juventud. Diversos estudios asocian su consumo habitual con:
La cafeína bloquea los receptores de adenosina (la molécula que te avisa que es hora de descansar), y esto provoca una falsa sensación de alerta. También estimula la producción de adrenalina y dopamina, lo que eleva tu estado de excitación… y sí, también tu irritabilidad si ya venías con el día complicado.\
La taurina, aunque tiene efectos calmantes en dosis moderadas, puede potenciar la acción de la cafeína si se combina con ella y con azúcar. Esto altera los niveles de GABA (un neurotransmisor que ayuda a calmar el cerebro), generando hiperactividad, nerviosismo e incluso dificultad para concentrarse en tareas prolongadas.
El azúcar, por su parte, genera picos de glucosa que el cuerpo responde con una descarga de insulina. ¿Resultado? Un subidón rápido de energía… seguido de una caída abrupta, fatiga e irritabilidad.
Este es el combo que nadie recomienda: ansiedad + energizantes. Si ya convives con síntomas de ansiedad, lo más probable es que al consumir una bebida energética:
Todo esto puede desencadenar una crisis de ansiedad o pánico, aunque no tengas antecedentes clínicos. Y si ya viviste una situación así, probablemente sepas lo difícil que es volver a calmarse sin que parezca que estás en medio de una escena de drama universitario interno.
La cafeína no es la única culpable. Otras bebidas y hábitos pueden aumentar el nerviosismo sin que te des cuenta:
Si además vivís a mil por hora, sin pausas ni momentos de calma, tu sistema nervioso vive en alerta constante. Y cuando estás en modo alerta, no pensás bien, no comés bien y no estudiás bien.
La buena noticia: existen formas de tener energía sostenida, mejorar la atención y rendir bien sin alterar tu equilibrio emocional.
Snacks que ayudan:
Estos alimentos tienen bajo índice glucémico, liberan energía lentamente y mantienen la mente despierta sin crear picos artificiales.
Micro-hábitos sostenibles:
El verdadero secreto no está en una bebida, sino en crear un entorno que sostenga tu energía de forma natural. Acá van algunas estrategias simples pero poderosas:
1. Desayuno proteico
Comenzar el día con proteínas estabiliza tu glucosa y mejora el rendimiento. Un ejemplo: tostada integral + huevo + fruta + té o infusión sin cafeína.
2. Estudio en bloques
La técnica Pomodoro (25-45 minutos de foco + pausa corta) mejora la productividad sin agotar tu cerebro. No sos una máquina: respetar tus ciclos de atención mejora tu memoria.
3. Almuerzos con carbohidratos, fibra y proteína
Arroz integral con vegetales y legumbres, ensaladas con pollo o tofu, o un bowl con quinoa, huevo y semillas son opciones que nutren y no te dejan “a media máquina”.
4. Rutina de sueño constante
Dormir entre 7 y 8 horas, en horarios similares, es más efectivo que cualquier lata con taurina. Tu cerebro necesita orden para funcionar bien. Dormir poco hoy se paga mañana en déficit de atención.
5. Movimiento diario
No hace falta una hora de gimnasio: bailar 10 minutos, caminar media hora o estirar en la cama también cuenta. El cuerpo en movimiento oxigena el cerebro y baja la ansiedad.
Sí, y no es solo intuición: la ciencia lo confirma. El consumo frecuente de bebidas energéticas se asocia con niveles más altos de ansiedad, alteraciones del sueño y menor rendimiento cognitivo sostenido.
Si bien una lata ocasional no te va a arruinar la vida, si sentís que necesitás una todos los días para sobrevivir, es hora de revisar tu rutina. Tal vez tu cuerpo no necesita más estimulación, sino más descanso, mejor comida y espacios de autocuidado real.
Estudiar, rendir bien y tener vida social no debería implicar sacrificar tu calma mental. Con pequeños ajustes en tu alimentación, tus pausas y tu rutina de descanso podés construir una energía real, sostenida y amiga de tu salud mental.
Tu cuerpo habla, y muchas veces lo hace a través de esa taquicardia o ese nudo en el pecho después de una bebida energética. Escuchalo. Tal vez no necesitás acelerarte más. Tal vez solo necesitás volver a vos.