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Grupos de WhatsApp de amigas: ¿bendición, pesadilla o ambas cosas?

Grupos de WhatsApp de amigas: ¿bendición, pesadilla o ambas cosas?

Estás en la cama, te das vuelta para agarrar el celular y… ¡128 mensajes sin leer! No es un grupo del trabajo, ni de la familia, ni del colegio de los chicos. Es ese grupo: el de tus amigas. Esas con las que te reís, llorás, compartís memes, recetas y hasta decisiones de vida. Pero también con las que a veces te dan ganas de desactivar el wifi para siempre.

Los grupos de WhatsApp de amigas pueden ser un refugio emocional, un lugar de risas, contención y apoyo. Pero también pueden transformarse en un campo minado de indirectas, audios eternos, silencios incómodos y… sí, un poquito de narcisismo. ¿Cómo sobrevivir emocionalmente a estos grupos sin perder la amistad (ni la salud mental)?

¿Qué pasa si me peleé con una amiga que está en el grupo?

Ah, el famoso “elefante en el grupo”. Vos peleada con una de las integrantes, y las demás mandando stickers como si nada. La tensión se puede cortar con los pulgares.

Lo primero: no uses el grupo para resolver una pelea personal. Aunque te tiente escribir un mensaje lleno de indirectas tipo “hay personas que deberían revisar su conciencia”, evitá la novela. Esas cosas se hablan en privado, cara a cara o audio a audio (pero que no dure 17 minutos, por favor).

Seguí participando en el grupo si sentís que podés manejarlo emocionalmente. Si te hace mal o te sentís excluida, hablalo con alguna amiga de confianza. A veces una conversación sincera desinfla todo el globo dramático.

¿Grupo o privado? ¿Dónde hablo qué?

Regla de oro: lo que puede herir, confundir o incomodar, va en privado. En el grupo, mejor mantener el espíritu de comunidad: compartir, apoyar, divertir.

Ejemplos:

  • “Me dolió lo que dijiste” → privado.
  • “¿Quién trae la torta para el cumple?” → grupo.
  • “¿Por qué no me contestaste ayer?” → privado .
  • “Miren este video de un perro en monopatín” → grupo siempre.

El grupo no es el lugar para resolver problemas personales, lanzar indirectas o pasar facturas. Es como intentar discutir en medio de una fiesta: el ambiente no da.

El grupo como campo de indirectas

Las indirectas en grupo son como mosquitos: aparecen, molestan y nadie se hace cargo. “Qué feo cuando una piensa que tiene amigas y resulta que no”, “Hay gente que nunca escucha los audios”, “A veces el silencio duele más que mil palabras”.

Si te sentís en el centro de la indirecta, pensá esto: ¿vale la pena responder? ¿Estoy segura de que es para mí? Muchas veces es más sano dejar pasar y no entrar en la batalla. Si persiste y te incomoda, consultá en privado con la persona. Capaz ni era para vos. O capaz sí, pero te lo puede decir con nombre y apellido.

El narcisismo en los grupos

Hay personas que usan el grupo como si fuera un blog personal. Relatan su día con lujo de detalles, mandan 37 selfies, cuentan TODO lo que hacen desde el desayuno hasta la rutina de skincare.

¿Las queremos? Sí. ¿Nos agotan un poquito? También.

Lo importante es que el grupo no se convierta en un monólogo. Si sentís que todo gira alrededor de una sola persona, podés marcarlo con cariño: “Che, ¿y el resto cómo anda? Hace mil que no hablamos de nosotras”.

La amistad es diálogo, no reality show.

Los mil audios de una sola persona

Un audio de 2 minutos puede ser tolerable. Pero cuando llegan seis audios de 7 minutos cada uno, tu ansiedad se pone en modo alerta roja. ¿Los escucho todos? ¿Y si me pierdo algo importante? ¿Y si no tengo tiempo?

La culpa aparece. La sobrecarga también.

Tip de supervivencia: avisá en el grupo cuando no podés escuchar: “Chicas, hoy no tengo cabeza para los audios, mañana me pongo al día”. Y si la costumbre se vuelve rutina, propongan un “modo resumen” o mensajes escritos. No todo necesita voz y suspenso.

“A nadie le importa lo que digo”

Es uno de los sentimientos más feos. Escribís algo, mandás una foto, contás una anécdota… y silencio. Pero luego otra amiga manda un sticker de un gato y recibe 27 reacciones.

No siempre es personal. A veces justo estaban ocupadas, otras veces el grupo va rápido y tu mensaje se pierde. Pero si pasa seguido y te duele, es válido expresar cómo te sentís.

Podés decir algo como: “A veces siento que cuando hablo, nadie responde. Capaz es una sensación mía, pero quería compartirlo”. Abrir el tema con vulnerabilidad, no con reproche, puede ayudar a que el grupo lo note y lo cambie.

¿Bullying en el grupo?

Suena fuerte, pero existe. Y no siempre es obvio.

Comentarios hirientes disfrazados de chiste, dejar afuera a alguien sistemáticamente, burlarse de lo que dice o ignorarla a propósito. Si lo viviste, sabés lo feo que es.

El grupo debería ser un espacio seguro, no un lugar de microagresiones. Si te sentís mal, hablalo. Y si no mejora, evalúa tu permanencia. Estar en un grupo que te hace daño emocional no es obligación. Ni por historia ni por nostalgia.

¿Cuándo es hora de salir del grupo?

Cuando te pesa más de lo que te suma. Cuando te sientes juzgada, ignorada, angustiada o agotada cada vez que leés los mensajes. Cuando el grupo dejó de ser espacio de sostén y se volvió un lugar de incomodidad.
Pero… ¿cómo salir sin romper la amistad?

Acá algunos ejemplos de salida diplomática:

  • “Chicas, me voy del grupo porque estoy necesitando desconectarme un poco, pero seguimos hablando por privado. Las quiero.”
  • “No estoy pudiendo seguir el ritmo del grupo y eso me genera ansiedad, prefiero salir y después charlamos de a una cuando pinten planes.”

La clave está en dejar claro que tu salida no es un rechazo personal, sino un cuidado emocional propio.

En resumen

Los grupos de WhatsApp de amigas pueden ser un bálsamo… o una bomba. Todo depende de cómo se usan, cómo se respeten los tiempos, y qué tan cuidadosas somos con el lenguaje y el afecto. No existe el grupo perfecto, pero sí se puede construir uno más sano, más empático y menos saturado de audios de 7 minutos.

Y si hoy te sentís sobrepasada por uno de esos grupos, respirá. A veces alcanza con silenciar un rato, poner límites, o hablar en privado. La amistad no tiene que doler. Y el grupo, tampoco.

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