Guía práctica para distinguir entre cansancio pasajero, autosabotaje y desajuste vocacional.
Una mañana cualquiera, con el café aún tibio, te descubrís pensando: “No doy más, no quiero ir a la facultad, no me interesa esta carrera, ¿qué estoy haciendo con mi vida?”. Si esta frase se volvió tu mantra semanal, tranquila: no estás sola. Y no necesariamente significa que tenés que dejar todo y anotarte en apicultura.
En esta nota te propongo frenar la avalancha de pensamientos, identificar si estás experimentando un simple cansancio, un autosabotaje disfrazado de crisis, o si realmente hay un desajuste vocacional que merece atención (y acción).
Spoiler: no se acaba el mundo. Nadie te va a poner un sello en la frente que diga “fracasada”. Cambiar de carrera, hacer una pausa o incluso decidir no seguir una trayectoria universitaria tradicional no te quita valor como persona ni borra tus capacidades. A veces, dejar algo a tiempo es una gran muestra de inteligencia emocional.
Lo importante es que la decisión no nazca de una noche de insomnio y dos parciales mal rendidos. Sino de un proceso honesto de autoevaluación. Porque si bien no hay una sola forma de construir un proyecto de vida, dejar una carrera por culpa, vergüenza o presión puede llevarte a repetir ciclos parecidos más adelante.
Cansancio pasajero es cuando estás agobiada, quemada o aburrida, pero aún te interesa el contenido de la carrera, disfrutas algunas materias, te ilusiona la idea de trabajar en ese ámbito o simplemente sabés que ahora es una mala racha.
Desajuste vocacional es cuando sentís que nada de lo que hacés conecta con tus intereses, valores ni tu visión de futuro, y eso se mantiene durante un largo tiempo, aunque descanses, cambies hábitos o te organices mejor.
Algunas señales de desalineación vocacional:
¿Y si es autosabotaje?
A veces, el problema no es la carrera, sino tu voz interior que no para de criticar. El autosabotaje puede disfrazarse de frases como:
Este patrón se alimenta del miedo al fracaso, la presión por destacar o la baja autoestima. ¿Cómo saber si es tu caso? Probá separar el juicio (“no sirvo”) del hecho (“esta materia me cuesta”). Si puedes encontrar algún disfrute o propósito en lo que hacés, puede que solo necesites ajustar expectativas, buscar ayuda y recuperar la confianza.
Antes de tomar decisiones drásticas, armá tu propia brújula vocacional con estas tres dimensiones:
1. Valores personales
Pregúntate: ¿Qué cosas te importan de verdad? ¿Qué temas te movilizan? ¿Qué tipo de impacto te gustaría generar en el mundo?
2. Intereses reales
¿Qué cosas haces por puro gusto, aunque nadie te las pida? ¿Qué te entusiasma investigar, ver, aprender? ¿Qué tareas te hacen entrar en “modo foco”?
3. Contexto y mercado laboral
Sin que esto determine todo, es útil saber qué posibilidades reales hay de insertarse en el ámbito elegido. Pero ¡ojo! No te guíes solo por la salida laboral: muchas personas terminan frustradas en carreras “seguras” pero que no les gustan.
Podés anotar tus respuestas, charlar con una orientadora vocacional o incluso hacer tests (¡pero no creas que son oráculos infalibles!).
A veces no es la vocación lo que está en crisis, sino la manera de transitar la carrera. Si te sientes desbordada por la exigencia académica, probá estas estrategias:
También es válido tomarte uno o dos cuatrimestres para recuperar energía, reorganizarte o incluso trabajar y descubrir intereses nuevos.
Primero: no todas las trayectorias tienen que pasar por la universidad. Y eso no te hace menos. Hay muchísimas formas de aprender, crecer y construir una vida profesional plena:
Incluso podés tomarte un tiempo sabático con propósito: trabajar, ahorrar, hacer terapia, explorar hobbies, y luego decidir.
Sabemos que hablar con la familia puede dar más miedo que rendir álgebra. Pero si vos hiciste tu proceso, tenés derecho a elegir tu camino.
Algunos consejos:
Recordá: tu vida no es una ruta única de GPS. Puedes recalcular cuantas veces quieras. Lo importante es que seas vos quien tenga el volante en las manos.
Si sientes que necesitás acompañamiento en este proceso, no dudes en buscar ayuda profesional. A veces, una orientadora vocacional o una terapeuta puede darte las herramientas justas para volver a conectar con vos misma.
Y si finalmente decides cambiar de rumbo, que sea porque te estás eligiendo, no porque estás huyendo.