Guía para tomar decisiones difíciles sin dejarte llevar por el miedo (ni por la culpa)
Hay algo que te viene rondando hace rato. Una sensación incómoda en el pecho. No sabés si es ansiedad, confusión o una certeza disfrazada de duda. Lo único claro es que la idea de cortar con tu pareja te pesa como una mochila de piedras. No porque no sepas que algo no va bien… sino porque el solo hecho de imaginar la conversación ya te da taquicardia.
Y ahí entra en escena la temida culpa. Esa voz interior que dice:
“¿Y si lo/a lastimás? ¿Y si te arrepientes? ¿Y si no encuentras a nadie mejor? ¿y si te quedas sola?”
“No es tan grave, podrías seguir un tiempo más…”
“No estás segura… capaz es una crisis pasajera.”
¿Te suena? Si estás ahí, bienvenida. No estás sola. Muchas personas sienten que cortar una relación es tan complejo que casi prefieren quedarse en piloto automático antes que enfrentar la culpa, el miedo y la incertidumbre.
Pero tranqui, vamos a ordenar este temón juntas.
Primero lo primero: es normal tener dudas. No sos una máquina de decisiones con botón de “sí” o “no”. Las relaciones se construyen con miles de emociones, recuerdos y contradicciones.
Pero acá van algunas señales para distinguir si es confusión o una verdad interna que ya se está haciendo sentir:
¿Te sientes mejor sola que acompañada por esa persona?
¿Finges entusiasmo por compartir cosas que ya no te interesan?
¿Fantaseas seguido con tu vida después de la ruptura y sientes alivio?
¿Sentís que estás más en un vínculo por compromiso que por deseo?
Si respondiste “sí” a varias, puede que estés más cerca del “ya no quiero estar” que de la duda real.
Es muy probable que eso pase. Pero eso no significa que tienes que quedarte por eso. Las relaciones no se sostienen solo por lo que el otro espera. Y mucho menos por miedo a romper una expectativa.
Lo importante es cómo comunicar tu decisión. Algunas claves:
Habla desde tu experiencia: “Me pasa esto…”, “Siento que ya no estoy en el mismo lugar emocional”, “Me está costando conectar”.
Elige el momento con cuidado, no lo hagas por chat ni después de una pelea. Buscá un espacio privado y tranquilo.
No expliques de más: no tenés que justificar cada pensamiento que te llevó a esa decisión. No sos una fiscal dando pruebas, sos alguien poniendo un límite desde el cuidado.
No endulces la situación con falsas esperanzas. Si estás decidida/o, sé clara/o: “No es algo que quiero repensar, sino una decisión que necesito tomar”.
Para nada. La culpa tiene una forma muy particular de meterse donde no la invitaron. A veces no es que querés seguir con esa persona. Es que no querés verte como “la que hirió”, “la que dejó”, “la que se fue”.
¿Querés un dato? Muchas personas se quedan en vínculos por miedo a sentirse “malas personas”. Pero no estás haciendo daño por elegir lo que necesitás. Te hacés daño (y al otro) si te quedás sin querer estar.
Es más: sentir culpa no significa que estés haciendo algo incorrecto. Significa que sos empática, que no sos indiferente al dolor ajeno. Pero eso no debería detenerte cuando la decisión es necesaria para cuidar tu salud mental y tu crecimiento.
Spoiler: no hay forma de salir completamente ilesa de una ruptura. Pero sí hay formas de salir con respeto, sin dañar innecesariamente y sin arrastrar culpa por años.
Y… puede pasar. Porque el arrepentimiento también es parte del proceso. Pero ojo: no siempre te arrepentís de la decisión, a veces te arrepentís de haber salido de la zona conocida.
Cuando cortas, es normal:
Sentir nostalgia (aunque sepas que hiciste lo correcto)
Ver todo lo bueno en perspectiva (y olvidar lo que te hizo dudar)
Tener miedo de no encontrar a nadie que te entienda igual
Sentirte “vacía/o” porque la rutina cambió
Todo eso no invalida tu decisión, solo muestra que estás procesando un cambio.
¿Un consejo? No tomes el arrepentimiento como señal de que “deberías volver”, sino como parte del duelo emocional.
El clásico drama post-ruptura: ¿a quién le quedan los amigos? ¿Tengo que dejar de ir a los lugares que compartíamos?
No hay reglas universales, pero sí algunas sugerencias:
Y si te sentís “desplazada” del grupo o sin red, busca nuevos espacios propios. Actividades, cursos, voluntariados. La vida sigue, aunque ahora sea con otro mapa.
1. Establece una rutina suave: Dormir, comer, moverte, llorar si hace falta, repetir.
2. Armá un “botiquín emocional”: playlist de consuelo, memes que te levanten el ánimo, series que no hablen de amor, amigos de contención.
3. Evitá el acecho digital: No stalkees a tu ex. No sirve. No ayuda. Solo alimenta el drama interno.
4. Escribí lo que sentís: A mano, en notas del celular, donde sea. Soltar pensamientos libera.
5. Recordá por qué tomaste la decisión: Escribí una lista. Volvé a ella cuando la nostalgia te haga dudar.
6. Permítete sentir tristeza sin dramatizarla: Estás de duelo, no rota. Te estás despidiendo de un capítulo, no de tu capacidad de amar.
Cortar con alguien nunca es fácil. Pero quedarte donde ya no querés estar tampoco lo es. A veces, el mayor acto de amor (por vos y por la otra persona) es poner un punto final con respeto, en vez de estirar un vínculo que ya no te representa.
No se trata de tomar decisiones sin miedo, sino de tomarlas a pesar del miedo, con conciencia, con cuidado y con ternura.
Y recordá: no es egoísta querer estar bien. Es saludable.