Y si el éxito fuera la calma? Aprende a soltar la presión social, validar tus metas reales y reconectar con tu bienestar emocional.
Vivimos en un mundo donde el éxito tiene “likes”, filtros de Instagram y un montón de frases motivacionales con tipografía bonita. Parece que si no tienes un emprendimiento que factura millones, un máster en tres países distintos, un cuerpo perfecto y una vida social digna de serie de streaming, estás quedando atrás. Pero, ¿qué pasa si tu sueño es mucho más terrenal? ¿Qué pasa si lo que realmente quieres es tener una vida tranquila, sin correr una carrera que nunca te interesó?
No estás mal, no eres floja, no eres rara. Simplemente estás escuchando una voz que suele estar silenciada: la tuya.
Desde pequeños nos repiten: “tienes que ser alguien en la vida”. Como si nacer ya no fuera bastante. En la adolescencia esa frase se transforma en preguntas como:
La vida se convierte en una especie de planilla donde se van tachando casillas: carrera, pareja, casa propia, auto, ascenso. Y si tu hoja tiene más espacios en blanco que el cuaderno de matemáticas de secundaria, empiezan a mirarte raro.
El problema es que esa hoja nunca la diseñaste tú. Es el resultado de expectativas familiares, sociales, culturales… y hasta de algoritmos que te muestran vidas perfectas de desconocidos como si fueran el estándar universal.
Acá entra en juego la culpa, esa compañera incómoda que no fue invitada pero siempre aparece. ¿De dónde viene?
La culpa aparece cuando tus deseos no coinciden con lo que se supone que deberías querer. Pero ojo: sentirla no significa que tengas que obedecerla.
Primero, habría que preguntarse qué significa crecer. Porque para algunos crecer es tener un cargo más alto y para otros es dejar de contestar correos a las 11 de la noche.
No todos los trabajos tienen que ser un trampolín hacia otro. También existen los trabajos que te dan estabilidad, que pagan las cuentas y que te dejan tiempo para tu vida personal. Y eso también es válido.
Imaginemos a alguien que ama trabajar en una biblioteca, acomodar libros y recomendar lecturas. Tal vez nunca se convierta en “gerente regional de sistemas bibliotecarios”, pero cada día vuelve a casa en paz, con energía para sus hobbies, y eso vale muchísimo.
Sí. Y más que esperable, es saludable. El problema es que la tranquilidad vende poco en redes sociales. Nadie sube un video con el título “mira cómo disfruto de mi siesta” (aunque, pensándolo bien, yo lo vería).
Querer una vida tranquila no es falta de ambición, es otra forma de ambición. Es ambicionar calma, estabilidad, espacio mental. En un mundo donde todo es ruido, buscar silencio es casi revolucionario.
La sociedad suele mostrar la vida exitosa como una foto fija: un auto caro, un viaje paradisíaco, un anillo de compromiso enorme. Pero nadie te cuenta la parte B: el estrés, las deudas, la ansiedad por mantener ese nivel.
La “vida ideal” no existe. Lo que existe es TU vida ideal, que probablemente no se parezca en nada a la de esa influencer que vive de recomendar cremas.
Acá viene la parte práctica, porque filosofar está buenísimo, pero necesitamos herramientas.
Podríamos llamarlo así: éxito tranquilo. No es menor ni menos digno. Es el éxito de quienes deciden que no necesitan la validación de todos, solo la suya.
El éxito tranquilo es silencioso, pero se siente fuerte.
No tener ambiciones enormes no te hace menos. No desear fama o dinero no es sinónimo de fracaso. Y, lo más importante, no querer correr la misma carrera que los demás no significa que te estés quedando atrás: significa que elegiste tu propio camino.
Así que, la próxima vez que alguien te pregunte cuál es tu plan a cinco años, puedes contestar con una sonrisa:
“Dormir bien, estar tranquila y seguir tomando café sin apuro. ¿Hace cuánto que tú no lo haces”