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Vivir en calma también es un éxito

Vivir en calma también es un éxito

Y si el éxito fuera la calma? Aprende a soltar la presión social, validar tus metas reales y reconectar con tu bienestar emocional.

Vivimos en un mundo donde el éxito tiene “likes”, filtros de Instagram y un montón de frases motivacionales con tipografía bonita. Parece que si no tienes un emprendimiento que factura millones, un máster en tres países distintos, un cuerpo perfecto y una vida social digna de serie de streaming, estás quedando atrás. Pero, ¿qué pasa si tu sueño es mucho más terrenal? ¿Qué pasa si lo que realmente quieres es tener una vida tranquila, sin correr una carrera que nunca te interesó?

No estás mal, no eres floja, no eres rara. Simplemente estás escuchando una voz que suele estar silenciada: la tuya.

La presión social de tener un “gran futuro”

Desde pequeños nos repiten: “tienes que ser alguien en la vida”. Como si nacer ya no fuera bastante. En la adolescencia esa frase se transforma en preguntas como:

  • “¿Y qué vas a estudiar?”
  • “¿De qué vas a trabajar?”
  • “¿Cuál es tu plan a cinco años?”

La vida se convierte en una especie de planilla donde se van tachando casillas: carrera, pareja, casa propia, auto, ascenso. Y si tu hoja tiene más espacios en blanco que el cuaderno de matemáticas de secundaria, empiezan a mirarte raro.

El problema es que esa hoja nunca la diseñaste tú. Es el resultado de expectativas familiares, sociales, culturales… y hasta de algoritmos que te muestran vidas perfectas de desconocidos como si fueran el estándar universal.

¿Está mal no tener ambiciones grandes?

La respuesta corta: no. La respuesta larga: ¡claro que no! El mito de que la ambición siempre tiene que ser enorme está tan instalado que nos olvidamos de algo básico: no todas las personas desean lo mismo. Para algunas, la cima del éxito es ser CEO; para otras, es tener un jardín lleno de plantas, dormir ocho horas y tomarse el café de la mañana sin apuro. La ambición no tiene talla única. Se adapta. Y nadie debería juzgarte porque tu “gran logro” sea distinto al del resto.

Cuando aparece la culpa

Acá entra en juego la culpa, esa compañera incómoda que no fue invitada pero siempre aparece. ¿De dónde viene?

  • Comparación constante: Vivimos mirando lo que otros hacen y midiendo nuestra vida con esa vara. Esa vara está trucada porque solo vemos la parte linda.
  • Expectativas heredadas: Tal vez tu familia soñaba con que fueras médica, ingeniera o presidenta, y tú sueñas con tener una panadería chiquita. Esa diferencia de guiones genera ruido.
  • Cultura del “siempre más”: Nunca es suficiente. Si tienes un trabajo estable, ¿por qué no buscas uno mejor? Si alquilas, ¿por qué no compras? Si tienes una casa, ¿por qué no otra más grande?

La culpa aparece cuando tus deseos no coinciden con lo que se supone que deberías querer. Pero ojo: sentirla no significa que tengas que obedecerla.

¿Qué pasa si no quiero “crecer” profesionalmente?

Primero, habría que preguntarse qué significa crecer. Porque para algunos crecer es tener un cargo más alto y para otros es dejar de contestar correos a las 11 de la noche.

No todos los trabajos tienen que ser un trampolín hacia otro. También existen los trabajos que te dan estabilidad, que pagan las cuentas y que te dejan tiempo para tu vida personal. Y eso también es válido.

Imaginemos a alguien que ama trabajar en una biblioteca, acomodar libros y recomendar lecturas. Tal vez nunca se convierta en “gerente regional de sistemas bibliotecarios”, pero cada día vuelve a casa en paz, con energía para sus hobbies, y eso vale muchísimo.

¿Es esperable querer una vida tranquila?

Sí. Y más que esperable, es saludable. El problema es que la tranquilidad vende poco en redes sociales. Nadie sube un video con el título “mira cómo disfruto de mi siesta” (aunque, pensándolo bien, yo lo vería).

Querer una vida tranquila no es falta de ambición, es otra forma de ambición. Es ambicionar calma, estabilidad, espacio mental. En un mundo donde todo es ruido, buscar silencio es casi revolucionario.

La trampa de la “vida ideal”

La sociedad suele mostrar la vida exitosa como una foto fija: un auto caro, un viaje paradisíaco, un anillo de compromiso enorme. Pero nadie te cuenta la parte B: el estrés, las deudas, la ansiedad por mantener ese nivel.

La “vida ideal” no existe. Lo que existe es TU vida ideal, que probablemente no se parezca en nada a la de esa influencer que vive de recomendar cremas.

Cómo redefinir el éxito en tus propios términos

Acá viene la parte práctica, porque filosofar está buenísimo, pero necesitamos herramientas.

  1. Haz tu inventario de deseos
    Escribe qué cosas te hacen feliz de verdad. No lo que deberías querer, sino lo que quieres tú. Tal vez es cocinar, tal vez viajar, tal vez simplemente no tener jefe.

  2. Separa el deseo del ruido externo
    Pregúntate: ¿esto lo quiero yo o es lo que debería? Si la respuesta es lo segundo, bórralo.

  3. Pon metas realistas y propias
    Si tu meta es dormir bien, organizar tus finanzas básicas o poder dedicar más tiempo a tus amigos, eso es igual de válido que escalar una multinacional.

  4. Acepta que no todos te van a entender
    Siempre habrá alguien que diga: “¿En serio te vas a quedar en ese trabajo?” o “¿No piensas crecer?”. Son comentarios que hablan más de ellos que de ti.

  5. Practica el arte de lo suficiente
    Vivimos con la idea de que nunca alcanza. Practicar la gratitud por lo que ya tienes es un antídoto poderoso.

El éxito tranquilo

Podríamos llamarlo así: éxito tranquilo. No es menor ni menos digno. Es el éxito de quienes deciden que no necesitan la validación de todos, solo la suya.

  • Es levantarte un lunes sin odiar la semana.
  • Es llegar a fin de mes sin ahogarte.
  • Es tener tiempo para tus hobbies, tus afectos y, por qué no, para aburrirte.

El éxito tranquilo es silencioso, pero se siente fuerte.

En resumen

No tener ambiciones enormes no te hace menos. No desear fama o dinero no es sinónimo de fracaso. Y, lo más importante, no querer correr la misma carrera que los demás no significa que te estés quedando atrás: significa que elegiste tu propio camino.

Así que, la próxima vez que alguien te pregunte cuál es tu plan a cinco años, puedes contestar con una sonrisa:
“Dormir bien, estar tranquila y seguir tomando café sin apuro. ¿Hace cuánto que tú no lo haces”

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